Tras su detención en la frontera de Estados Unidos, Mirard Joseph fue deportado a su país. El autor de la foto lo ha localizado en su casa de Puerto Príncipe.
La primera vez que el mundo vio a Mirard Joseph fue uno de los peores días de su vida», cuenta Paul Ratje, el fotógrafo que lo inmortalizó. El 19 de septiembre de 2021, Joseph encarnó el drama de miles de haitianos cuando intentaba escapar de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, en la localidad de Del Río, Texas.
La foto, viralizada bajo evocaciones a los tiempos de la esclavitud y comentarios sobre la pervivencia del racismo en las instituciones estadounidenses, proporcionó al fotógrafo un reconocimiento internacional que lo impulsó a profundizar en la historia hasta localizar a Joseph en Haití, su tierra natal, a donde fue deportado desde Estados Unidos. Lo encontró en Puerto Príncipe, donde vive en una casa con otras familias, y cuenta ahora su historia.
Joseph, con su esposa y su hija de 2 años (tiene otros cinco hijos), sobrevivía junto con otros 15.000 inmigrantes –la mayoría, haitianos– en tiendas de campaña improvisadas bajo el puente fronterizo que separa Del Río de la localidad mexicana de Ciudad Acuña. Su bebé tenía gastroenteritis y la única ayuda que recibían era pan y agua embotellada.
El día que se tomó la foto, Joseph había cruzado al lado mexicano de la frontera para comprar comida. Intentaba regresar cuando los agentes lo detuvieron. Mientras corría, agarrado a bolsas de plástico llenas de alimentos, el agente fronterizo le arrancó la camisa. Las riendas del caballo parecían enrollarse alrededor de su espalda como un látigo. «Aquello me trajo recuerdos de cuando vivía con miedo a la violencia en Haití. Fue como si el agente tuviera algo personal contra mí», rememora.
Encadenado por las muñecas, la cintura y los pies, Joseph fue subido días después a un avión junto con su esposa, Madeleine Prospere, también maniatada, aunque con su hija en brazos, rumbo a Haití. Fueron parte de los más de 18.000 haitianos repatriados desde Estados Unidos entre el 19 de septiembre y el 26 de febrero, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Cuando Joseph y su Prospere aterrizaron en Puerto Príncipe, amigos y familiares les mostraron la fotografía, convertida ya en una imagen de alcance global. «Lloré. Es la peor humillación que he sufrido nunca. La humillación del caballo y los puños», recuerda.
Si lo reconocen por la calle, Joseph niega ser «el hombre de la fotografía» y evita conversar sobre el tema con cualquier desconocido
Todo eso ocurrió en septiembre. Entre las tiendas del improvisado campamento de inmigrantes el fotorreportero Paul Ratje buscó entonces, durante varios días, al protagonista de su imagen. No lo encontró, pero dejó su tarjeta a unos cuantos haitianos. Tres meses más tarde, en diciembre, su teléfono sonó. En entrecortado español, un hombre le dijo que quería presentarle a una persona. Hablaba con acento haitiano. Era Mirard Joseph.
Joseph y otros diez inmigrantes haitianos acababan de presentar una demanda contra el gobierno de los EE. UU. Alegaban haber sido tratados ilegalmente al negárseles la oportunidad de buscar asilo en Del Río. Joseph, según sus abogados, se sentía inseguro en Chile, donde vivió dos años tras marcharse de Haití y donde nació su hija, y temía ser secuestrado si regresaba a su país. Joseph añadía, además, que un agente fronterizo lo «golpeó».
En diciembre y enero, Ratje viajó dos veces a la capital haitiana. En su primera entrevista desde que le tomaron la foto, Joseph aprovechó para contar su historia en sus propios términos. Criado en Saint-Louis du Nord, una pequeña ciudad costera al norte del país, cuenta que ha pasado su vida perseguido por la pobreza y la violencia. Creció en las calles jugando al fútbol, su gran pasión, desarrollando desde niño un fuerte sentimiento madridista. A sus 42 años, de hecho, procura no perderse los partidos del Real Madrid. Tampoco los de Los Angeles Lakers, objeto asimismo de su fervor deportivo.
Al igual que millones de compatriotas suyos, Joseph lleva toda la vida intentado prosperar. La pobreza, asegura, ha empeorado desde que, en 2010, su tierra fuera devastada por un terremoto que dejó a miles de personas sin hogar y hambrientas provocando brotes de cólera y un aumento devastador de la violencia.
«Aquello me trajo recuerdos de cuando vivía con miedo a la violencia en Haití. Fue como si el agente tuviera algo personal contra mí»
El pasado julio, además, el presidente Jovenel Moïse fue asesinado, sumiendo a la nación en la incertidumbre política; un mes más tarde, otro gran terremoto acentuó todos los males nacionales. Circunstancias que impulsaron «uno de los mayores flujos migratorios del hemisferio occidental», en palabras del Instituto de Política Migratoria.
Cerca de 650.000 haitianos han dejado su casa en los últimos años. Muchos han aterrizado en países latinoamericanos como Brasil o Chile. A este último llegaron Joseph y Prospere en 2017, donde él encontró trabajo en una fábrica de hélices y nació su hija. La pandemia, sin embargo, pasó factura al mercado laboral y, en particular, a los inmigrantes. Atraídos por los rumores sobre una mayor flexibilidad del nuevo presidente Joe Biden en materia migratoria, miles de ellos partieron hacia el gran vecino del norte.
Con su bebé a cuestas, Joseph y Prospere atravesaron el continente en una odisea que los llevó por montañas, albergues precarios y selvas traicioneras como el Tapón del Darién, marca fronteriza entre Panamá y Colombia donde decenas de inmigrantes pierden la vida cada año, según la OIM. Alcanzada la frontera de Estados Unidos, Joseph y su esposa cruzaron la frontera, pero no pudieron pasar de Del Río, instalándose sobre cartones en el suelo polvoriento bajo el puente donde su hija desarrolló una enfermedad respiratoria y gastrointestinal. Hasta que llegó el día en que Paul Ratje le tomó la famosa instantánea.
Convertirse en una celebridad accidental no ha sido fácil. Si lo reconocen por la calle, por ejemplo, niega ser «el hombre de la fotografía» solo para evitar cualquier conversación sobre el tema con un desconocido. Cuando se encontró en su propio país con Ratje, sin embargo, Joseph vistió sus mejores galas. Quería ser retratado esta vez en posesión de su dignidad, no como si fuera un criminal.
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